Pelaplatos news: Blanca Varela gana premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Apenas pasaban quince minutos de la una de la tarde de ayer cuando un humildísimo gorrioncillo de buen agüero se coló hasta las escaleras de acceso al Salón de Mayordomía del Palacio Real de Madrid. Se cree -en los nidos cercanos nadie pudo confirmar la información- que fue él quien llevaba en el pico la buena, la magnífica nueva: la poeta peruana Blanca Varela acababa de ser galardonada con el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros y convocado a la par por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional. El prestigioso galardón premia y reconoce una obra que se constituya en patrimonio y herencia común de España e Hispanoamérica.La autora de «Ejercicios materiales» y «El libro de barro» -segunda mujer que obtiene el premio, tras la portuguesa Sophia de Mello, que lo consiguió en 2003- no figuraba en las primeras propuestas del jurado, que sí barajó en sus deliberaciones, en un clima bastante suave y distendido, nombres como los de Francisco Brines, el cubano Cintio Vitier, Carlos Edmundo de Ory y el mexicano José Emilio Pacheco. Brines y Pachecho fueron los que a la postre más resistirían el empuje de Blanca Varela.Antonio Gamoneda, ganador de la edición del año pasado, hizo de maestro de ceremonias y presentó con verbo muy preciso los méritos de la autora que debutara en el planeta de la lírica en 1959, a los treinta y tres años, con el poemario «Ese puerto existe», título sugerido entonces por su gran amigo y mentor Octavio Paz. «No se puede leer a Varela -dijo el último premio Cervantes- queriendo buscar una palabra informativa, magníficamente hermoseada y ornamentada. Lo que encontramos en la poesía de Blanca Varela es un brote existencial que nos llega a través de un lenguaje impredecible. Lo que significa que su lírica es muy distinta a la que predomina y es hegemónica en España en estos momentos, la que usa un lenguaje realista y normalizado, lo que impide que la tradición avance. Su obra está impregnada de pensamiento poético, y no muestra ninguna intención testimonial, ideológica o filosófica».Al otro lado del océano, allá lejos (donde «es fría la luz de la memoria / así cayeron en la mente / formas y colores / casualidades /azar que anuda sombras /vuelcos en la negra marmita / donde a borbotones /se cuecen gozo y espanto...»), allá lejos, al otro lado del Atlántico, en la capital peruna, Lima, la escritora recibía la emocionada llamada de su hijo Vicente de Szyszlo, que precisamente ayer se encontraba en España, concretamente, en Granada para recoger otro premio para la autora de «Donde todo termina abre las alas». Szyszlo se encargaba de darle la noticia, y luego relataba a la agencia Efe tan dulces y emotivos momentos. «Se siente inmensamente feliz con un premio que no se esperaba, ha sido una auténtica sorpresa para todos nosotros, para toda la familia. Aunque desgraciadamente no puede expresarse (Varela ha sufrido un ictus cerebral recientemente), los que estaban junto a ella en la casa me comentaron que le cambió por completo la cara».Poesía y poeta que son, como escribió Octavio Paz, «a un tiempo, un cuchillo y una herida», poesía y poeta ayer premiadas por un jurado a cuya cabeza se encontraba el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y del que también formaron parte, entre otras personalidades, el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso Peña; el ya mencionado Antonio Gamoneda, el premio Nobel José Saramago; y el también poeta y subdirector de ABC Santiago Castelo....
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Una voz singular, hecha de convicciones y silencios.La peruana Blanca Varela es una de las voces más relevantes de la lírica latinoamericana contemporánea, que ha fraguado su selecta y meditada obra al margen de corrientes y tendencias, con firmes propósitos y largos periodos de silencio.Nacida en Lima en agosto de 1926 en una familia de escritores y artistas, su poética se nutre de la convicción de que la poesía no debe utilizarse para contar lo que a uno le sucede, por lo que siempre ha huido de las alusiones directas a la realidad más inmediata para adentrase por caminos más trascendentales. Poeta por necesidad antes que por vanidad, según ha repetido a menudo, Blanca Varela rehuye de los reconocimientos.Vinculada a la generación anteriorSobrelleva sus 80 años, pendiente de su salud, en su Lima natal, donde se adentró en el mundo de la poesía con los amigos que conoció, allá por 1943, en la Universidad de San Marcos, a la que llegó para estudiar Letras y Educación.En esa misma década conoció a Javier Sologuren y Jorge Eduardo Eielson que, junto a Sebastián Salazar Bondy, Washington Delgado y Carlos Germán Belli, son los principales poetas de la generación peruana de los años 50, en la que se le inscribe más por edad que por afinidades.De hecho, la crítica la vincula de forma más directa con dos de los grandes de la generación anterior, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen -a los que ella misma considera sus maestros-, pese a coincidir en que se trata de una escritora con un mundo y unos registros propios, lo mejor que se puede decir de un poeta.El cubano José Lezama Lima, el mexicano Octavio Paz y los españoles José Angel Valente -con quien le unió una gran amistad- y Antonio Gamoneda son algunos de los autores con los que los estudiosos la relacionan por su visión poética y su afán de entender la palabra como un medio de descubrir y revelar la realidad.En más de una ocasión ha confesado que no le interesó nunca la poesía social ni tampoco la política, de la que siempre se ha mantenido al margen hasta el punto de que, como recuerda en una entrevista de hace unos años, cuando su amigo Mario Vargas Llosa decidió convertirse en político le dijo que no contara con ella para nada en ese terreno.Influencia europeaBlanca Varela reconoce que su trayectoria literaria no hubiera sido la misma sin la mano que le tendió el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, al que conoció en París, adonde llegó en 1949 con el pintor Fernando de Szyszlo, con quien se casó y tuvo dos hijos. En la capital francesa también frecuentó a escritores, artistas e intelectuales como Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Henri Michaux, Alberto Giacometti o Fernand Leger.Después vivió un año en la ciudad italiana de Florencia, donde recibió la influencia de la pintura renacentista, y más tarde se trasladó a Washington para, a partir de 1962, establecerse de nuevo en Lima.Su obra poética, recogida en el volumen Donde todo termina abre las alas (Círculo de Lectores), se compone de media docena de libros, desde Ese puerto existe a Luz del día, Valses y otras confesiones o Canto Villano.Octavio Paz fue quien, tal vez, mejor la definió como poeta: "Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo, la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia." ...